Y así llegamos por último a la casa del Conde, apenas a dos kilómetros de las ruinas. De sencillo tipo colonial, con techo de teja francesa, se enclava casi sobre la barranca, separada apenas por el viejo y rumoroso Quiloazas del tapiz fresco de las islas cercanas.
Zapata Gollan me había aconsejado ahondar en la tradición popular sobre la fundación de Cayastá, recabar los objetos y recuerdos de los descendientes de las primeras familias de la colonia, y aunque durante los estudios universitarios me había apartado del influjo de su fuerte personalidad, que no se avenía con el afán de independencia de una juventud que a todo se atreve y ensaya desligarse de toda tutela, sin embargo a la distancia seguía su consejo, hablando con los antiguos pobladores, y buscando en el Archivo de los Tribunales, en el Archivo Histórico y en las Actas parroquiales, todo lo conducente para fundamentar un bosquejo de la historia del pueblo fundado por los Condes. En ese entonces recibí el apoyo de dos personas: Catalina Pistone, que dirigía el Archivo Histórico, y Jorge Reynoso Aldao, que me estimuló a publicar el resultado de las primeras investigaciones. En l967, al cumplirse los cien años de la fundación del pueblo, la Universidad Nacional del Litoral editó el trabajo que se tituló "La muerte del Conde", que es como designaba la tradición popular al hecho trágico del asesinato de Edmundo, único descendiente del fundador, el Conde Juan Bautista León de Tessières-Boisbertrand. El primer ejemplar con una dedicatoria, se lo envié a Zapata Gollan, que se encontraba en España desde hacía casi un año realizando investigaciones en los Archivos de Indias. Muy pronto recibí su respuesta, la que conservo y nunca di a conocer por considerarla algo personal, pero siendo esta charla destinada a destacar su memoria, parcialmente la voy a leer, pues demuestra hasta que punto le gustaba poner el acento del espíritu en el amor al terruño. Dice así:
"Querido Ricardo: Al volver a Madrid desde Simancas y otras ciudades de Castilla la Vieja, me encuentro con la agradable sorpresa de tu interesante, bien escrito y bien documentado trabajo sobre La Muerte del Conde, que además está muy bien impreso, como siempre lo hace la imprenta de la Universidad. Te felicito y me alegro de que inicies tus actividades dentro de la historia, dedicando tu atención y tu cariño al pueblo donde naciste.
"Dentro de unos días volveré a Cayastá, que recuerdo siempre, adonde espero trabajar con el material reunido durante un año en archivos y bibliotecas de España. Desde lo alto de El Escorial contemplaba por la tarde y con cierta melancolía, un paisaje que me recordaba al que contemplaba desde la margen del Quiloazas cuando el sol del poniente iluminaba la costa entrerriana. He recordado a Cayastá y a todos sus vecinos muchísimo más de lo que ustedes puedan imaginar". Los párrafos que siguen no tienen relevancia para el caso, nombra a cada uno de los miembros de mi familia deslizando alguna broma de las que tenía costumbre, y termina con una despedida muy afectuosa.
Ya Jorge Reynoso ha efectuado un anticipo sobre estos Condes franceses que fundaron Cayastá, con colonos suizo - franceses El padre León, exiliado político a raíz de las persecuciones desatadas en Francia durante el reinado de Napoleón III, era a su vez hijo de Esteban de Tessières, Comendador de la Orden de San Mauricio y San Lázaro de Cerdeña, Consejero de Estado y Oficial de la Legión de Honor. Había estudiado letra, leyes y teología en Avignón, medicina y anatomía en Montpellier, y servido al ejército francés en combates contra Austria y Prusia. Por las posiciones que había ocupado en Francia, León tenía el porte firme de un militar de alto rango, el don de gentes propio de su formación aristocrática, y el carácter de hombre acostumbrado al ejercicio del poder. Pero a esas cualidades sumaba otras que no es frecuente ver unidas a las primeras. Estaba dotado de paciencia y piedad, que lo impulsaban a la ayuda de sus semejantes. Su escudo de armas lo obligaba a defender a desposeídos y perseguidos, y las ordenes medievales a que pertenecía, a dar hospitalidad y curar a los enfermos. Para esto preparaba él mismo recetas homeopáticas y debía llevar una vida monástica, con ayunos y oraciones, que le permitían sanar ciertos casos mediante la imposición de manos, siguiendo remotas tradiciones cristianas. San Mauricio era también un caballero sanador. León, cuyo sepulcro se venera en el monasterio que lleva su nombre en Suiza, murió en su estancia de Cayastá añorando volver a su patria y al esplendor de la monarquía borbónica, con la que tenía vínculos de sangre. Su hijo Edmundo prosiguió con sus hábitos y deberes cristianos. Además de practicar las artes marciales, era excelente tirador y maestro de esgrima. A los ocho años, en su palacio del Condado de Boisbertrand, había comenzado a aprender esgrima con el maestro Antoin de Perigueaux, famoso espadachín de Francia, y siendo Edmundo aspirante a oficial del ejército , asombró a sus superiores por su destreza y técnica fuera de lo ortodoxo en el manejo de la espada, superando en encuentros de práctica a los maestros del ejército, cuando contaba con sólo dieciséis años. Un monje mendicante que fue acogido en el palacio dejó escritas para la familia varias predicciones, entre ellas, que Edmundo sería muerto en su casa por su propia espada. Esta profecía se cumplió en Cayastá, al asesinarlo unos compradores de hacienda de Santa Rosa, a quienes había dado albergue en una noche de tormenta. Nunca apareció el tesoro que habían ido a robar los asaltantes, y que según la tradición de la familia, provenía de la venta de grandes extensiones de tierra realizada por los nobles antes de exiliarse. |
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