*Su dueño fue Don Manuel Madeira, apodado "El Portugués", quien se dedicó a tareas comerciales.
*Su particular disposición en la traza urbana, sin un registro preciso de la limitación de la propiedad, avanza sobre el espacio de la calle, generando un espacio de notable singularidad.
*De antiguedad similar a la Iglesia.
*A una cuadra del Antiguo Camino Real (hoy calle Santa Rosa)
*En esa época las escrituras de tierras llevaban la inscripción "¡Viva la Santa Federación!, ¡Mueran los Salvajes Unitarios!"
*Alguna vez un fabricante de ladrillos de la zona costera santafesina expresó:"...en esa casa estuvo descansando el Brigadier López, cuando desde San José del Rincón, los blandengues y las milicias rinconeras impedían el ingreso de los invasores unitarios y de los aborígenes...".
*Y ahí cerquita, según la tradición oral el célebre cacique Mateo El Grande fue muerto por rinconeros en 1820. Había mantenido en jaque a la ciudad de Santa Fe y al mismo Brigadier López durante años.
(p.51, El Paisaje Costero en S. J. del Rincón -Otros vestigios coloniales- Zarza; Graciela y González; Clelia).

martes, 26 de marzo de 2013

COMBATE DE CAYASTÁ: El 26 de marzo de 1840, la tierra solitaria y adormecida en Cayastá, despertó de la siesta temblando bajo los cascos de corceles y sintiendo al río repetir sones de alaridos y clarines.



Las cuatro bocas

Pasamos por el Paraje de la Cuatro Bocas, allí donde se cortan en cruz dos caminos reales y donde tuvo lugar El Combate de Cayastá, en el que murió otro gobernador de Santa Fe, Mariano Vera, y el último de los hermanos Reynafé, gobernador de Córdoba.
Corría el año 1840. Lavalle iniciaba desde Corrientes su marcha contra Rosas. Mariano Vera se desprendía con una columna desde Corrientes para sublevar el litoral, acompañado por Francisco Reynafé y el respaldo del gobernador Ferré y del General Lavalle. Estos contaban a su vez, con el apoyo de la escuadra francesa surta en Montevideo, que desde 1838 bloqueaba el río de la Plata, y en esos momentos invadía el Paraná, en liso atropello a la soberanía.
Seguía la disputa de federales y unitarios en una larga guerra civil. Algunos partidarios de la última fracción, que conspiraban exiliados desde el Uruguay, habían conseguido la protección gala, y alentaban a hombres de armas para que se levantasen contra Rosas, quién resistía el bloqueo representando a la confederación Argentina. Tales sugestiones habrán decidido a Vera, ex gobernador de Santa Fe y sostenedor del federalismo, a moverse desde su retiro porteño con hombres de la divisa opuesta, llevando quizás otros motivos, como u altivez frente a la influencia absorbente del Restaurador, y la oportunidad que tenía de recuperar el poder que, más de 20 años atrás, Estanislao López le arrebatara en Santa Fe. El cordobés Reynafé intentaría lo mismo en su provincia, esperando también revertir la sentencia de muerte que pesaba sobre él por el asesinato de Facundo Quiroga.
Desde Europa, ante el cuadro de la invasión foránea y la discordia de los emigrados del país, un guerrero conmovido en sus fibras ofrecía el sable al servicio de la Confederación. Conociendo las miras de la potencia imperial, y viendo amenazada la emancipación de América, José de San Martín, que empeñara su vida en la Independencia, cerraba el ofrecimiento expresando: "La conducta (de Francia) puede atribuirse a un orgullo nacional cuando puede ejercerse contra un Estado débil..... pero lo que no puedo concebir es que haya americanos que por un indigno espíritu de partido, se unan al extranjero para humillar a su Patria, y reducirla a una condición peor, que la que sufríamos en tiempos de la dominación europea. Una tal felonía, ni el sepulcro la puede hacer desaparecer". (Carta dirigida a Rosas, fechada el 10 de julio de 1839).
Como al impulso enérgico de esas palabras, el 26 de marzo de 1840, la tierra solitaria y adormecida en Cayastá, despertó de la siesta temblando bajo los cascos de corceles y sintiendo al río repetir sones de alaridos y clarines.
Escoltados por barcos franceses que se avistaban en los arroyos profundos, los soldados unitarios habían llegado hasta el lugar, comandados por Vera, y acampaban aguardando la adhesión de los calchines, tribu asentada más al sur, cuyos indios de lanza solían engrosar los ejércitos del General López, y entonces reforzaban la guardia apostada en el fortín de la Vuelta del Dorado. Con el fin de conseguir a estos aborígenes, los invasores traían al jefe de sus parientes mocovíes del San Javier, cacique Navitaquín. Pero cuando fue librado a su albedrío, el cacique siguió de largo para alertar al gobernador Juan Pablo López, quién poniéndose en marcha con su escolta buscó a los rinconeros, incorporó a los calchines de su lado, y cargó de improviso sobre los unitarios, sorprendiéndolos completamente. Estos se retiraron en desorden. Mas el jefe, arraigado en su estirpe, no pudo retroceder. Vera quedó peleando solo, hasta que lo exterminaron a lanzazos, dejando desamparados sus despojos. Mientras, Reynafé buscaba la muerte antes que se la diera el enemigo, ahogado al desbarrancarse a caballo bajo las aguas del Quiloazas.
La escuadrilla de los buques extraños, después de recoger algunos soldados de la tropa desbandada, se alejaría de aquellas barrancas, empujada por la corriente. (34)
Se remitió a las demás provincias el parte de la victoria. El gobernador de Santa Fe fue condecorado por el de Buenos Aires. Estableciendo en sus considerandos que el combate era un triunfo de las armas confederadas sobre la intervención extranjera, dictó el General Rosas un decreto que ordenaba grabar medallas con inscripciones patrióticas, y las mandó para que las llevasen en sus pechos los vencedores de Cayastá.
Los fragores de esa guerra se habían apagado ya por el campo de la lid, cuando veintisiete años más tarde - ignorando sin duda el episodio - recibían su posesión los de Tessières-Boisbertrand, para hacerlo servir al trabajo en paz de la agricultura, y al tranquilo pacer de los ganados.

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