José Francisco de San Martín nació en Yapeyú (Provincia de Corrientes) el 25 de febrero de 1778, y murió en Boulogne-Sur-Mer (Francia) el 17 de agosto de 1850, fue un militar argentino cuyas campañas fueron decisivas para las independencias de Argentina, Chile y el Perú.
Junto con Simón Bolívar es considerado el libertador más importante de Sudamérica de la colonización española.
En la Argentina tiene el título de “Padre de la Patria” y se lo considera un héroe y prócer nacional. En el Perú, se lo reconoce como libertador de aquel país, con los títulos de “Fundador de la Libertad del Perú”, “Fundador de la República” y “Generalísimo de las Armas”. En Chile su ejército le reconoce el grado de Capitán General.
HIMNO AL GENERAL JOSE DE SAN MARTIN
Yerga el Ande su cumbre más alta,
de la mar el metal de su voz,
y entre cielos y nieves eternas,
se alce el trono del Libertador.
Suenen claras trompetas de gloria,
y levanten un himno triunfal:
que la luz de la historia agiganta
la figura del Gran Capitán.
De las tierras del Plata a Mendoza,
de Santiago a la Lima gentil,
fue sembrando en su ruta laureles
a su paso triunfal, San Martín
San Martín el señor de la guerra
por secreto designio de Dios.
Grande fue cuando el sol lo alumbraba,
y más grande en la puesta del sol.
Padre augusto del pueblo argentino,
héroe magno de la libertad.
A su sombra la Patria se agrandaen virtud,
en trabajo y en paz.
¡San Martín! ¡San Martín!. Que tu nombre
honra y prez de los pueblos del Sur,
asegure por siempre los rumbos
de la Patria que alumbra tu luz.
(Música: Arturo Luzzatt - Letra: Segundo M. Argarañaz)
Recordemos a José de San Martín a través de algunos de sus pensamientos:
No quiero manchar mi espada con sangre de mis hermanos.
Más ruido hacen diez hombres que gritan que cien mil que están callados.
Serás lo que debas ser, si no, eres nada.
Si somos libres, todo nos sobra.
La unión y la confraternidad, tales serán los sentimientos que hayan de nivelar mi conducta pública cuando se trate de la dicha y de los intereses de los otros pueblos.
La biblioteca destinada a la ilustración universal, es más poderosa que nuestros ejércitos para sostener la independencia.
La reputación del generoso puede comprarse muy barata; porque no consiste en gastar sin ton ni son, sino en gastar con propiedad.
Antes sacrificaría mi existencia que echar una mancha sobre mi vida pública que se pudiera interpretar por ambición.
La ilustración y fomento de las letras es la llave maestra que abre la puerta de la abundancia y hace felices a los pueblos.
La moderación y la buena fe, tales los fundamentos sobre los que apoyo mis esperanzas de ver estrechados los vínculos sagrados que nos unen, y de no aventurar un solo paso que pueda romperlos o debilitarlos.
Por inclinación y principios amo el gobierno republicano y nadie, nadie lo es más que yo.
En mis providencias malas o buenas, jamás ha tenido parte la personalidad y sí sólo el objeto del bien e independencia de nuestro suelo.
Es cierto que tenemos que sufrir escasez de dinero, paralización del comercio y agricultura, arrostrar trabajos y ser superiores a todo género de fatigas y privaciones; pero todo es menos que volver a uncir el yugo pesado e ignominioso de la esclavitud.
Deseo que todos se ilustren en los sagrados derechos que forman la esencia de los hombres libres.
Mis necesidades están más que suficientemente atendidas con la mitad del sueldo que gozo.
La seguridad individual del ciudadano y la de su propiedad deben constituir una de las bases de todo buen gobierno.
Dios conserve la armonía, que es el modo de que salvemos la nave.
No se debe hacer promesa que no se pueda o no se deba cumplir.
El empleo de la fuerza, siendo incompatible con nuestras instituciones, es, por otra parte, el peor enemigo que ellas tienen.
Mi barómetro para Conocer las garantías de tranquilidad que ofrece un país las busco en el estado de su hacienda pública y, al mismo tiempo, en las bases de su gobierno.
La marcha de todo Estado es muy lenta; si se precipita, sus Consecuencias son funestas.
No nos ensoberbezcamos con las glorias y aprovechemos la ocasión de fijar la suerte del país de un modo sólido y tranquilo.
La religiosidad de mi palabra como caballero y como general ha sido el caudal sobre el que han girado mis especulaciones.
Todo buen ciudadano tiene una obligación de sacrificarse por la libertad de su país.
Mi objeto desde la revolución no ha sido otro que el bien y felicidad de nuestra patria y al mismo tiempo el decoro de su administración.
Cada gota de sangre americana que se vierte por nuestros disgustos me llega al corazón.
En el último rincón de la tierra en que me halle estaré pronto a sacrificar mi existencia por la libertad.
Al americano libre corresponde trasmitir a sus hijos la gloria de los que contribuyeron a la restauración de sus derechos.
Tiempo ha que no me pertenezco a mí mismo, sino a la causa del continente americano.
Divididos seremos esclavos, unidos estoy seguro que los batiremos: hagamos un esfuerzo de patriotismo, depongamos resentimientos particulares, y concluyamos nuestra obra con honor.
Nuestros desvelos han sido recompensados con los santos fines de ver asegurada la independencia de la América del Sud.
La armonía, que creo tan necesaria para la felicidad de América, me ha hecho guardar la mayor moderación.
Voy a hacer el último esfuerzo en beneficio de la América. Si éste no puede realizarse por la continuación de los desórdenes y anarquía, abandonaré el país, pues mi alma no tiene un temple suficiente para presenciar su ruina.
Para defender la libertad se necesitan ciudadanos, no de café, sino de instrucción y elevación moral.
Estoy convencido que la pasión del mando es, en general, lo que con más imperio domina al hombre.
Hombres que se abandonan a los excesos son indignos de ser libres.
Los hombres distamos de opinión como de fisonomías, y mi conducta, en el tiempo en que fui hombre público, no pudo haber sido satisfactoria a todos.
No es en los hombres donde debe esperarse el término de nuestros males: el mal está en las instituciones y sólo en las instituciones.
Ser feliz es imposible, presenciando los males que afligen a la agraciada América.
Los hombres no viven de ilusiones sino de hechos.
Mi nombre es ya bastante célebre para que yo lo manche con infracción de mis promesas.
Las consecuencias más frecuentes de la anarquía son las de producir un tirano.
Al hombre honrado no le es permitido ser indiferente al sertimiento de la justicia.
Es necesario tener toda la filosofía de un Séneca, o la impudicia un malvado para ser indiferente a la calumnia.
Mi sable jamás saldrá de la vaina por opiniones políticas.
Tan injusto es prodigar premios como negarlos a quien los merece.
(Fuente: Es legado de San Martín. Comisión Nacional de Homenaje al bicentenario Nacimiento del Gral. D. José de San Martín. Instituto Nacional Sanmartiniano)
|
No hay comentarios:
Publicar un comentario