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Retrato de Manuel Belgrano, pintado en Londres en 1815, probablemente por Francois Casimir Carbonier. | |
La expedición, proveniente de San Nicolás el 1º de
octubre estaba en Santo Tomé para luego entrar a Santa Fe, atravesando
caminos en pésimo estado y con la caballería en condiciones
desfavorables. La noticia de la proximidad del ejército de Belgrano
quebró la calma habitual de la tranquila Santa Fe.
A su llegada, trató de evitar toda recepción, con esa
modestia que es otra de sus grandes virtudes. Pero a pesar de ello y de
las inclemencias del tiempo, la población volcada en las calles,
tributó al ilustre visitante, un extraordinario recibimiento. Tal es
así, que él mismo destaca en su carta al presidente de la Primera Junta
que “a pesar de ser noche oscura y haber mucho barro, oyó vivas y
aclamaciones del pueblo.
Los principales vecinos se reunieron en el Cabildo
con el gobernador, resolviendo ir en busca del General y ofrecerle
alojamiento acorde al alto grado que envestía, pero Belgrano rehusó el
mismo.
“Estoy alojado, dice en su comunicación a Saavedra,
en el convento de Santo Domingo, determinación que tomé para no causar
gastos a ningún particular. El padre Fray Isidro Guerra y el fray José
Grela, me hacen todo el honor y el servicio posible”.