Nació en 1798 aqui en Yaguareté-Corá, este pueblito que hoy se llama Concepción.
A fines de 1810 pasó por allí Manuel Belgrano con su reducido ejército, rumbo al Paraguay. Según Francisco Atenodoro Benítez, citado por Enrique Mario Mayochi, Belgrano con alguno de sus oficiales se dirigió al oratorio para rezar ante la imagen de San Francisco de Asís, patrono del poblado. Al salir de la capilla para visitar la escuelita local, fue rodeado por varios paisanos que le pidieron los incorporase al ejército. Entre ellos estaba el niño Pedro Ríos, por entonces de doce años, quien insistía en que Belgrano lo incorporase a su tropa.
Manuel dudó en un principio, pero el padre del niño, Antonio Ríos, antiguo maestro rural, le dijo: “No sólo doy mi consentimiento, sino también le ruego que lo acepto, porque yo, con mis 65 años de existencia, soy un hombre anciano, y la entrega de mi hijo es la única ofrenda que puedo hacer a la Patria”.
En el ejército de Belgrano había un comandante cuya visión estaba muy disminuida, quien pidió al general que aceptara al niño para que le sirviese de guía. Y así ocurrió.
Cuando llegaron al Paraguay, los patriotas debieron enfrentar la resistencia del gobernador Bernardo de Velazco. La primera batalla tuvo lugar en Paraguarí, donde Pedrito tomó a su cargo el tambor cuando el encargado del mismo ocupó un lugar como soldado.
El 9 de marzo de 1811 se desarrolló el duro combate de Tacuarí. Belgrano, con 250 hombres, debió enfrentar a 2.000. Siete horas duraron las acciones.
Pedrito, redoblando con los palillos el parche de su tambor, alentaba a los soldados de la Junta de Buenos Aires hasta que dos balas de fusil pusieron fin a su vida.
El tambor de Tacuarí no fue una leyenda sino una realidad.
El niño-héroe debería ser recordado cada año en las escuelas, como dispuso el Consejo Nacional de Educación en 1912.
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retrato a lápiz del Sargento Pedro Bustamante (autoría de M. Garcilaso), perteneciente a la colección patrimonial.
El Sargento Bustamante nació en 1793 en Soledad, departamento San Cristóbal. Allí se formó junto a su padre, uno de los blandengues establecido en esa línea de fortines que se ubicaba en “la frontera norte” contra los indios.
A los 14 años participó junto a otros santafesinos en la defensa de Buenos Aires frente a las Invasiones Inglesas (1806 y 1807). Vuelto a Santa Fe, prestó servicios en la frontera y en 1810 se sumó a las fuerzas de Belgrano en la expedición al Paraguay.
En la batalla de Tacuarí, al morir el recordado “Tamborcito”, el joven Bustamante asumió la tarea. Integró luego el batallón que acompañó el primer izamiento de la Bandera nacional, en Rosario; junto a Belgrano, luchó en las batallas de Tucumán y Salta, y se afirma que en los comienzos fue parte de las milicias de la campaña libertadora de San Martín. En tiempos del Brigadier Estanislao López estuvo a sus órdenes, como Sargento de Tambores, y hasta que su cuerpo y años le permitieron, siguió prestando servicios en Santa Fe.
Murió el 1º de julio de 1883, en la pobreza y olvidado. Sólo diez años antes, el pueblo de la capital provincial alcanzó a tributarle un emotivo homenaje en la plaza 25 de Mayo. Allí, Bustamante, llorando y casi ciego, tocó “su última diana de la patria vieja”.
Sus cenizas descansan en el cementerio municipal, donde existe un monolito con placa recordatoria.
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